Históricamente, los cuerpos de las mujeres son objeto de control y regulación por parte de la sociedad, las instituciones y las normas culturales. Esto se refleja en la reproducción, la sexualidad y la apariencia física. La autonomía corporal busca desafiar estas formas de control y empoderar a las mujeres a partir de un enfoque feminista que se refleje en el ejercicio de sus derechos sexuales y derechos reproductivos.
La autonomía corporal está fuertemente ligada a la violencia de género, incluyendo la violencia sexual, limitando el ejercicio de las mujeres para tomar decisiones sobre sus cuerpos y sus vidas. La autonomía corporal implica la erradicación de la violencia de género y la creación de entornos seguros en los que las mujeres puedan ejercer plenamente esta autonomía de “cuerpos independientes”, sin que la lógica patriarcal mantenga el control sobre su sexualidad y su capacidad reproductiva, manteniendo múltiples estereotipos, prejuicios y restricciones sobre sus derechos.