La violencia es una muestra de que la modernidad contiene y se sostiene sobre un orden patriarcal. Es una de las manifestaciones de ejercicio de poder a través de la coerción y la fuerza física que se despliega en los ámbitos familiares, institucionales, sociales, económicos y políticos, violando el derecho a una vida libre de violencia.
La organización social patriarcal recurre a sistemas simbólicos, como construcciones imaginarias de la sociedad, para su legitimación como un orden social “correcto”.
Las formas de expresión regular de la opresión de las mujeres, con apoyo en el sistema simbólico, hace que aparezca como deber, entrega, compromiso, lealtad, amor, sacrificio, todos en una condición naturalizada, que encapsulan e invisibilizan la violencia y la dominación simbólica hasta convertirla en indispensable.
La violencia simbólica tiene un efecto de "incorporación", ya que impacta directamente sobre nuestra subjetividad. Esta “incorporación” permite medir en los cuerpos el daño simbólico del lenguaje y las imágenes, el mismo que se traduce en violencia mediática.
Este tipo de violencia está expresada en mensajes que, en cualquier soporte comunicacional, humillan y discriminan a las mujeres, tanto al agredirlas de manera directa, como al utilizar sus imágenes como objetos de consumo. Así, la violencia mediática es una de las manifestaciones de la violencia de género.
La violencia es una muestra de que la modernidad contiene y se sostiene sobre un orden patriarcal. Es una de las manifestaciones de ejercicio de poder a través de la coerción y la fuerza física que se despliega en los ámbitos familiares, institucionales, sociales, económicos y políticos, violando el derecho a una vida libre de violencia.
La organización social patriarcal recurre a sistemas simbólicos, como construcciones imaginarias de la sociedad, para su legitimación como un orden social “correcto”.
Las formas de expresión regular de la opresión de las mujeres, con apoyo en el sistema simbólico, hace que aparezca como deber, entrega, compromiso, lealtad, amor, sacrificio, todos en una condición naturalizada, que encapsulan e invisibilizan la violencia y la dominación simbólica hasta convertirla en indispensable.
La violencia simbólica tiene un efecto de "incorporación", ya que impacta directamente sobre nuestra subjetividad. Esta “incorporación” permite medir en los cuerpos el daño simbólico del lenguaje y las imágenes, el mismo que se traduce en violencia mediática.
Este tipo de violencia está expresada en mensajes que, en cualquier soporte comunicacional, humillan y discriminan a las mujeres, tanto al agredirlas de manera directa, como al utilizar sus imágenes como objetos de consumo. Así, la violencia mediática es una de las manifestaciones de la violencia de género.